El Timo de la estampita
Donde se narra un suceso que demuestra cómo "el timo de la estampita" se practicaba antiguamente en las ferias de ganado. |
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San Esteban de Gormaz es un pueblo ribereño con una vega feraz que la baña el río Duero.
El día once de Noviembre desde inmemoriales tiempos se celebra allí una feria antes que llegue el invierno.
Tratantes de blusas negras y cachavita de fresno afluyen de sus contornos y también desde muy lejos.
Tres días dura la feria; lleno de gente está el pueblo, unos con buena intención otros emplean su ingenio por ver si pueden hacerse, con engaños, de lo ajeno.
El Marianito, una vaca lleva a cambiar por dinero y después comprar un burro, aunque no sea muy bueno, para el transporte de leña en los meses venideros.
Los que tienen que vender algún animal por viejo, la noche anterior se juntan y deciden al momento quién arreará las reses y cómo llevar el "pienso".
La madre del Marianito le preparó con cautela una como carterita atada con unas cuerdas que rodeada a su cuello comprobada y bien sujeta debía llevarla siempre como su fiel compañera para meter los billetes cuando la vaca vendiera.
Al salir por la mañana, en el umbral de la puerta le dijo: "¡Hijo mío, no te fíes ni de tu misma chaqueta.
El Marianito contento, como si fuera a una fiesta silbando una cancioncilla, camina entre los que arrean.
Otros, van en sus caballos llevando la impedimenta para pasar esos días que siempre dura la feria.
Llevan mantas y comida en pucheros y cazuelas para arroparsen y comer como buenamente puedan.
No hay posada para todos, imposible que así sea ya que el pueblo es muy pequeño para la gente que llega.
Sobre las doce del día arribaron a la feria unos, quedan con las reses otros, al pueblo se llegan a buscar alojamiento porque las noches son frescas.
Han encontrado un casillo donde guardan ovejas y conciertan con el dueño con regateos y quejas cuánto costará la estancia los tres días de la feria.
Mientras tanto en el ferial un tratante de Vinuesa, al Marianito, la vaca le compra y le da las "perras". Y sin pérdida de tiempo las mete en la bolsa aquella que su madre preparó para evitar que las pierda.
Mirando comprar el burro va por allí dando vueltas no le ha gustado ninguno y se dice al fin de cuentas, que se marcha por el pueblo a buscar la impedimenta.
En una calle estrechita de las que abundan por fuera a un señor que va delante se le cae una cartera; presuroso el Marianito se agacha al suelo a cogerla; otro que viene detrás, le chista con gran cautela diciendo no diga nada, con aspavientos y señas.
Quieto queda el Marianito mientras el otro se acerca y le dice muy bajito: "-Esta cartera es bien nuestra-" "-¿Tiene mucho?-" "-¡Déjeme que pueda verla!-" y el bueno del Marianito por las buenas se la entrega. "-¡Cuántos billetes!... ¿Los ves? (parece se los enseña) "- toma, toma, guárdela esto es una gran riqueza -"
Como autómata obedece y en el bolso la chaqueta la guarda con gran cuidado como si sagrada fuera.
El "listo", sigue diciendo: -" ¡Vámonos a aquellas huertas, nada hay que decir a nadie, lo repartimos a medias! "-
En un tobogán sin fondo el Marianito se encuentra, no habla ni una palabra, sólo en la cartera piensa.
Iban andando en silencio por las estrechas callejas hasta que el "listo" se para, se echa mano a la cabeza como si algo se olvidara o que entonces se recuerda de alguna cosa importante que tiene que ir por fuerza.
-" ¡Qué tonto soy!. no me acordaba siquiera que un gran amigo de Soria me está esperando en la feria...
Yo me tengo que marchar; es un acto de conciencia. Lo podemos arreglar de la siguiente manera: Deme el dinero que lleve y yo le doy mi tarjeta y después que bien lo cuente lo que hay en la cartera, esta noche echamos cuentas donde ponen estas señas"-
-" Llevo poco" - -"¿Cuánto?" -"Tres mil doscientas pesetas"- -"¡Es igual! ¡démelas! no se preocupe por ellas que en la cartera que tiene hay muchísimas como éstas!" -
El Marianito asustado obedece con presteza, llevando la mano al cuello tarde de encontrar la cuerda. por fin, medio suspirando saca la bolsita afuera, echa mano a los billetes y con cara lastimera, mirándolos embobado al truhán se los entrega.
Antes de marcharse éste una vez más recomienda: -"¡Cuénte Vd. bien los billetes y después, cuando anochezca se viene a la "Fonda Ruiz" y me da la diferencia. - III - Mientras el otro se marcha le despide con la mano, se acuerda de los billetes que con él se va llevando.
Al principio, caminaba; más tarde, aligera el paso; después, se pone a correr y al final, como volando.
No le gusta al Marianito con la prisa que ha marchado pero para él se dice: -"¡Qué hombre más confiado! Sin conocerme ni nada el dinero que ha dejado en la abultada cartera para después de contarlo le lleve la diferencia a las señas que me ha dado"-
Queda solo el Marianito a la cartera palpando: -"¡Pues sí, la llevo; voy allá abajo a contarlo"-
Pero malos pensamientos a su mente van llegando que aumentan con persistencia al tiempo que va pasando.
Un sudor frío en la tarde parece que está anunciando que es imposible que pase lo que a él le está pasando.
No puede seguir más tiempo a la duda soportando y a la puerta de un casillo que se encuentra abandonado se pone a abrir la cartera, por si lo que piensa es falso. |
No cree lo que está viendo y febrilmente mirando no encuentra más que papeles que se hallan colocados como si fueran billetes salidos del mejor banco.
Imposible describir el momento de aquel cuadro: le están temblando las piernas y le tiritan las manos, al mismo tiempo que busca con ligereza de gamo entre todos los papeles algún billete olvidado.
-"¡ Nada ! ¡Todo es inútil !"- dice como sollozando; y buscando la tarjeta veloz como el mismo rayo ha cambiado en un momento y por su mente ha pasado que sus queridos billetes pueden ser recuperados.
Recogidos los papeles y la cartera guardando el camino le desanda con la tarjeta en la mano.
Mira en las calles que pasa como aquel que está buscando su tesoro más querido por ver si puede encontrarlo
A un señor que por la calle en sus casas va pensando le pregunta presuroso por la fonda "Ruiz Encabo".
Amable y correcto el otro con la mano ha señalado al mismo tiempo que dice: -"Tuerza a la izquierda y al lado se encontrará con la fonda por la cual me ha preguntado"-
El Marianito se marcha corriendo, casi volando, tanta prisa es la que lleva que ni las gracias le ha dado.
Llega a la fonda y remira como aquél que está oteando por ver si entre aquellos hombres está el sujeto buscado.
Se abre paso entre la gente y hasta la barra ha llegado y pregunta a un camarero por el señor Ruiz Encabo.
-"Soy el mismo. ¿Qué desea?" -"Vengo a este señor buscando, ya que pone en la tarjeta que aquí se halla hospedado"-
Mientras el fondista está a la tarjeta mirando la cabeza va moviendo ora a un lado, ora a otro lado como queriendo decir que todo aquello es falso.
Por fin, se decide a hablar al Marianito mirando y le dice sin ambages que el señor que va buscando en su vida no le ha visto y menos allí hospedado.
¡Qué sudores! ¡Qué suspiros por doquier le van llegando! Y no tiene más remedio, aunque sea sólo un rato, apoyarse en la baranda totalmente mareado.
Y la mujer del fondista que todo lo está escuchando, para que se reanime, un vaso de agua le ha dado y acercándose le dice: -"¡Díganos lo que ha pasado!"-
Lo que pasó aquella tarde a los dos va relatando parecía un alma en pena de ésas que tanto se ha hablado.
Se encontraba el Marianito muy triste y desconsolado y entre suspiro y suspiro cuenta todo sin reparo.
El fondista y su mujer después que le han escuchado piensan los dos en lo mismo y dicen que le ha timado.
Nunca tal palabra oyó, ni trató de averiguarlo; le han quitado los billetes y el hecho está consumado. - IV - Y con un sencillo "¡Adiós!" a los fondistas les deja con sus pasos vacilantes va por las calles estrechas sin saber adonde ir sólo en los billetes piensa.
-"Con los del pueblo, ¡ni hablar! ¡Qué bochorno! ¡Qué vergüenza! ¡Me voy por esos barancos a donde nadie me vea!"-
La noche se le echó encima con la luna casi llena, parecía que corría entre nubes cenicientas.
Y por la parte del norte el cierzo sopla con fuerza; ese viento del Urbión que en las casas nos congrega alrededor de una lumbre con una fogata buena.
A un montecillo llegó el Marianito sin fuerzas y al arrimo de un enebro se pasó la noche en vela.
El montón de pensamientos que la cabeza genera bastaban para escribir una bien triste historieta.
Sólo pensar en su madre cuando todo lo suopiera era para desear que le tragara la tierra.
Ella, que antes de salir le preparó con cautela la bolsita atada al cuello advirtiéndole con fuerza que no la soltara nunca aunque la vida perdiera.
Con el primer resplandor anunciando el sol que llega, se levantó soñoliento y entumecidas las piernas.
Empezó a andar sin saber dónde sus pasos le llevan, al mismo tiempo que iba apretando la chaqueta ateridito de frío los dientes le castañean.
Un buen rato caminó, se puede decir que a ciegas, pero no se equivocó porque la leal querencia le tiraba hacia su pueblo aunque él no lo quisiera.
Así llegó a la tenada que la llaman de la "Onseca"; se escondía de la gente, no quería que le vieran.
Pronto preparó una cama con hierbas y ramas secas y haciéndose un ovillito se pasó las horas muertas; sin comer y sin beber deseando se muriera. - V - Ya se terminó la feria ya todos vuelven a cas nadie ha visto al Marianito desde el día de llegada.
El fardel con la comida y la arrebujada manta se lo entregan a su madre, al tiempo que comentaban que la vaca la vendió misma tarde de llegada.
Mil conjeturas se hacía la gente toda asustada cada uno a su manera en lo más malo pensaban.
unos, muerte repentina otros, marchado de casa el de más allá, que ahogado o caído en una zanja, y algunos más entendidos hasta de secuestro hablaban.
La noticia se extendió por toda aquella comarca y una batida se dio por ver si se le encontraba.
Por fin, llega la vanguardia a revisar las tenadas, los pastores le encontraron; lamentable era su facha.
Sin comer y sin beber tres días así llevaba, le montaron en un burro y con él fueron a casa. Junto al amor de la lumbre presente su madre estaba, contó lo mejor que pudo esta historia pre-citada. FIN |
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