Lo que un día sucedió

Donde se da cuenta del robo con homicidio en la persona de Pedro Muñoz de 74 años de edad el día 13 de Noviembre de 1.882, a manos de Eugenio Olalla y siete más, en Santa María de las Hoyas (Soria)

  De labrador a minero

                 - I -

      A las minas de Bilbao

Eugenio Olalla marchó

después de estar de criado

en casa Pedro Muñoz.

 

     Dicen que no se avenía

a ser simple labrador

y aquello de obedecer

detestaba con furor.

 

     Se sabía por doquier

y no faltó quien habló

que algún disgusto tuvieron

entre criado y señor.

 

      El Olalla vengativo

una vez y otra pensó

abandonar el terruño

y buscar vida mejor.

 

     Un día estando en la siembra

la cuenta a Pedro pidió

y éste, cuando llegó a casa

se la dio sin dilación.

 

     sin despedirse siquiera

ni con un sencillo Adiós,

cogió el jornal y se fue;

quién sabe lo que pensó.

 

     Tenía el Eugenio un tío

con él se confabuló

para cometer el robo

en la primera ocasión.

        -----oooOooo-----

         El reclutamiento

                  - II -

     Eugenio Olalla en la mina

siete hombres reclutó

para ir a Santa María

y allí robar a un señor.

 

     A cada uno de ellos

diez mil duros prometió

y a aquellos que mal vivian

muy pronto les convenció.

 

     De orzas con monedas de oro

más de una vez les habló

que enterradas o escondidas

en la cuadra, en un rincón,

se decía por el pueblo

tenía Pedro Muñoz.

 

     Les repetía la historia

sin saber quién la inventó

que en tiempos de los Carlistas

un señor se presentó

con una carga de oro

y que allí la descargó.

 

     Ante estas perspectivas

y con esta descripción

no tardaron mucho tiempo

en ponerse en acción

         -----oooOooo-----

          El viaje

           - III -

El día ocho de Noviembre

en Bilbao cogen el tren

y se bajaron en Burgos

cuando iba a anochecer.

 

     Andaron toda la noche

por caminos mal que bien,

rehuyendo de los pueblos,

no querían darse a ver.

 

     así llegaron a Salas

cuando el sol iba a nacer,

metiéronse en un pajar

a descansar y comer.

 

     Emprendieron el camino

cuando la estrella se ve,

guiados por El Eugenio

entre pinos por doquier.

 

     Testigos de aquella marcha

por senderos de lebrel

fue: una luna cenicienta,

el zorro, el gato montés

y el cárabo con sus gritos

decía una y otra vez:

"Volveros atrás malvados

lo que pensáis, no está bien.

 

     Entre brozas y pizorras

alguno se dio un traspiés

maldiciendo y perjurando

pronto se une al tropel.

 

     A las cinco la mañana

día once, mismo mes

llegan a Santa María

sin ruido alguno meter.

       -----oooOooo-----

 

 Escondidos

             - IV -

      El tío de Eugenio estaba

esperando ya unos días

por eso la puerta abierta

aquella noche tenía

 

    Se metieron sin llamar

porque el Olalla sabía

dónde estaba la escalera

que al pajar les llevaría.

 

     Dos noches allí pasaron

equivalente a tres días,

no salían del pajar

sólo el tío lo sabía.

   Así llegó el día trece

con su tarde parda y fría

eran las diez y ocho horas

cuando los ocho salían

para cometer el robo

que mucho ruido traería.

          -----oooOooo-----

         El robo

           - V -

     Toda la gente del pueblo

en la iglesia se encontraba

porque en el mes de Noviembre

a las ánimas rezaba.

 

     Los viejos y los enfermos

en sus casas se quedaba,

los demás, todos, sin falta

al rosario se marchaban.

 

     Esto lo sabe El Eugenio

que no se le escapa nada

y manda a Ramón Méndez

con otro más de la banda

que se vayan a la iglesia

cierren la puerta con tranca

para que no salga nadie

aunque toquen las campanas.

 

     Los vecinos que rezando

como otras tardes se hallaban

se encontraron encerrados

nadie sabía la causa.

 

     Mientras tanto los seis más

se acercaban a la casa

de Pedro Muñoz

que no lejos de allí estaba.

 

     Setenta y cuatro años tenía

y Don Pedro le llamaban;

hombre honrado y justiciero,

las crónicas lo relatan

también dicen que hacendado,

dentro de aquella comarca.

 

     Ya se acercan a la puerta

el ventanillo, allí estaba

sin cerrar, y por él,

la mano quita la tranca.

 

     Tranquilos sus moradores

en la cocina se hallaban

la mujer de Pedro,

que Brígida se llamaba,

auxilio quiere pedir

al ver la gente que entraba

y no la dejan salir

lo mismo que a la criada.

 

     Miguel garcía Carrasco

uno de los de la banda

al portal le saca a Pedro,

pronto las manos le ata.

 

     Durante más de una hora

bien registraron la casa,

se apoderaron de todo

lo que de valor hallaban.

 

     Les pareció el botín poco

e incesante preguntaban

amenazando y pegando

como gente desalmada;

ellos, querían saber

de forma rotunda y clara

dónde se hallaban las orzas

que tenían enterradas

con las monedas de oro

que tanto la gente hablaba.

 

    Al no hallar la respuesta

a lo que ellos deseaban,

uno de los asaltantes

en la cabeza pegaba

a Pedro Muñoz, que quieto,

ya sangraba por la cara.

 

     El Galilea se opuso, 

"que a nadie se maltratara,

habían venido a robar

y una vez hecho, marcharan"

 

 

Lo decía en alta voz

porque entonces El Olalla

salía "hecho una fiera"

por la puerta de la cuadra

con la pistola en la mano

y al momento descargaba

en la cabeza de Pedro,

un golpe con la culata.

 

    -- "¿Tú también ?

¡ Ay, Olalla !

¡ Cuánto te hice de bien

y de esta forma me pagas !"-

(El riado que fue antaño

al amo hoy le pegaba.

 

   Una y otra vez pregunta

dónde las orzas se hallan

y al no recibir respuesta

tres tiros le disparaba.

 

     Uno, le dio en la cabeza

los otros dos en la espalda.

Pedro murió a los dos días

sin decir una palabra.

 

     Las dos mujeres llorando

las tenían encerradas

dentro de una habitación

a éstas también preguntaban

dónde las orzas con oro

las tenían enterradas.

 

    Nada podían decir

tampoco sabían nada

y cuando oyeron los tior

en lo más malo pensaban.

 

     El crimen han cometido,

ya de la casa se marchan

llevándose lo robado:

dinero, objetos y alhajas.

       -----oooOooo-----

       La huida

         - VI -

     Al salir por el Majano

las pistolas disparaban,

nadie osó perseguirlos

por temor a una matanza.

 

     Por el Portillo Vicente

y Sierra de Hontoria marchan;

se encontraban en Duruelo

al despuntar la mañana.

 

     Cansados y soñolientos

con la cabeza embotada

entre pinos centenarios

y peñas aborrascadas

hacia donde nace el Duero

levantiscos coaminaba,

maldiciendo sin cesar

al cabecilla de Olalla

por haberlos embarcado

en lo que nadie esperaba

 

     -"¿ Dónde están los diez mil duros

que a cada uno nos dabas ?"-

Ësto era lo que decían

y razón no les faltaba.

 

     Además de no cumplir

la ya, palabra empeñada

deja un crimen horrendo

atrás, sobre sus espaldas;

que, aunque era gente bruta

descreída y borracha,

remordíales la conciencia

cuando lúcidos se hallaban.

 

     Llegaron a Santa Inés

que es un puerto de montaña,

cuando entre nubes plomizas

de vez en cuando brillaba una luna entre los pinos

ajena a lo que pasaba.

 

    Compran comida en el pueblo,

el vino, no le faltaba

y después de hartos de todo

en un pajar se tumbaban,

tranquilos y confiados

sin pensar que les buscaban.

 

     A pierna suelta dormían

cuando llegaron los Guardias; resistencia, no ofrecieron

que soñolientos estaban;

de su asombro no salían

y creían que soñaban.

Nunca lo hubieran pensado

tan pronto les encontraran.

 

     Cacheados a conciencia,

visto encima de una manta

no llegaba a dos mil duros,

cinco revólveres, seis navajas,

relojes, pistolas...

era todo que llevaban.

                  FIN

           CONTINUARÁ....

Gerona, Marzo de 1988

 

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