La pistola y el Cabrero de Orillares Donde se da cuenta puntualmente de cómo se le quitó la pistola al cabrero de Orillares y otras cosas dignas de mención |
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- I - Con ovejas y con cabras yo pronto tuve que ir porque mi hermano se fue a la guerra a combatir.
Aquel año treinta y seis de zozobra y sustos mil, se cambiaron muchos mozos de la cachava al fusil.
Y sin poder rechistar el zurrón me tocó a mí y por montes y barbechos con el ganado me fui.
Hay que ver las aventuras que yo pasé por allí, las buscaba muchas veces para contarlas al fin. - II - La historia que ahora relato aunque parezca ficción se llevó a cabo y es cierta cuando estaba de pastor.
Planeada y pensada por el Nicanor y yo, entre el "Pico" y "Covalagua" y el "Vallejo del Hoyón".
Me llevaba a mí dos años, el dicho conmelitón, por eso el que allí mandaba con acierto o sin razón era, sin más comentarios, el famoso Nicanor.
Eran tiempos violentos de huidos y desplazados y hubo noche que se vio entre el monte y los sembrados alguno que le buscaban o que se había escapado de las garras de Falange cuando iban a matarlo.
Un día le dije al "Nica" que había visto, medio oxidado, un revólver, en mi casa dentro de un cajón cerrado. -- "¡ Tráele !" -- me dijo sin más pensarlo.
Durante todo aquel día hablamos tendido y largo llegando a la conclusión que teníamos que "armarnos". - III - Llegamos a la tenada, encerramos el ganado y marchamos por "la Lastra", "El Castillo", el de los Moros Cubillo y los prados. Casi en silencio está el pueblo ya que están atareados entre viejos y mujeres en recoger los sembrados y algún mozo que a la guerra, todavía no han llamado. - IV - Una vez llegado a casa y sin que nadie me viera al camarote me subo por una endeble escalera para coger el revólver que en un cajón de madera, envuelto con unos trapos y atado con unas cuerdas, había encontrado un día rebuscando ropas viejas.
Allí se encontraba el arma, sólo me costó cogerla, al principio, me pesaba remordíame la conciencia; daño, pensé que no hacía nadie se acordaba de ella; los tiempos lo requerían y no hay que darle más vueltas.
Los proyectiles se hallaban envueltos en una tela, tantos yo no me esperaba eran por lo menos treinta.
todo lo envolví con trapos que luego até con dos cuerdas; con el bulto bien liado bajé por las escaleras, en el zurrón lo metí, nadie yo vi que me viera.
Por la tarde me marché como siempre, a las ovejas, al Nica me lo encontré de espera en la "Fuente Vieja".
- ¿Lo has traído? - fue su palabra primera, yo, asustado y cohibido dije que sí, por señas.
Si al Nica se le metía una cosa en la cabeza no paraba noche y día aunque empleara la fuerza hasta que no conseguía lo que quería su "testa". - V - Por la senda del Castillo llegamos hasta la Lastra allí nos juramentamos; de testigos: saltamontes y cigarras; "que aunque no fuera la vida nunca diríamos nada de dónde había salido la ya mencionada arma. - VI - Por una casualidad pocas veces repetida nos enteramos un día que en Orillares había uno que guardaba cabras que una pistola tenía.
Y nuestra mente avispada día y noche repetía: "tenemos que ir a por ella con coraje y valentía".
Muchas propuestas hicimos por ver cuál mejor sería: cómo, cuándo y a qué hora más descuidado estaría. |
Concretamos ir a ver las costumbre que tenía, cuando soltaba las cabras y sitios que recorría.
Pensábamos con acierto que dar cuenta no podía porque entonces, las pistolas estaban intervenidas; por lo tanto, aunque robada callarse, más le valdría.
En el "Cañón Río Lobos" a la sombra de una umbría dejamos a las ovejas y por el "Quemado" arriba "Valdelacalera" abajo se llega a la "Muniquilla"
En el "Monte del Baldío" nos metimos enseguida, ¡qué bien se va por la sombra, cuando el sol está en su cima, entre pinos bien reverdes en un caluroso día!
No dejábamos de hablar de la aventura prevista y más que dos pastorcillos parecíamos ardillas que evitan de pino en pino las miradas imprevistas.
Así, llegamos al sitio a la hora requerida; nos quedamos en un risco que nos sirvió de guarida, desde allí se ve Orillares, sus contornos y salidas.
Los minutos se pasaban con igual monotonía esperando que el cabrero por dónde y cuándo saldría.
El astro Sol declinaba, las cabras, nunca salían, por fin, se oyó el cuerno lejos, como el de Roldán un día, anunciando que las cabras los vecinos soltarían.
Todo estaba ya previsto y la forma convenida que al quitarle la pistola no se causaran heridas.
Al unísono los dos saltamos con alegría porque el cabrero y las cabras hacia nosotros venían.
Se acercaba por momentos silbando una cancioncilla. El Nicanor, dijo: "¡Quieto! No te muevas y vigila; cambiémonos las chaquetas que no me fío ni pizca de este tío que es más listo que Merlín y su cuadrilla"
El cabrero se sentó a la sombra de una encina mientras las cabras alegres de los chaparros comían.
Llegó el momento esperado planeado en tantos días, todo estaba coordinado con la estrategia precisa.
Escondido yo quedé sin nada perder de vista; el Nicanor se levanta puesta ya mi chaquetilla. ¡vaya tipejo más raro! yo no sé que parecía y, aunque no eran momentos de alegría ni de risa, me quedaba yo mirando al verle en aquellas pintas que llegado al objetivo, el cabrero, qué diría.
La navaja que llevaba, de Albacete allí ponía, con siete muelle contaba cuando la hoja salía; parecía bayoneta de la fiel Infantería.
Estaba en mi observatorio sin nada perder de vista; mi conmelitón llegó, vio, actuó y vencía a semejanza del César en las batallas Alpinas.
Una seña me bastó con la cabeza movida para saber, que la pistola de mano cambiado había.
Hablaba mi compañero pero yo nada entendía, se dirigía al cabrero con las manos hacia arriba, por fin, pude comprender lo que éste al otro decía:
"¡No te vayas de la lengua, en ello te va la vida, estate aquí quietito sin volver atrás la vista porque yo siempre he tenido excelente puntería!"
Del lugar nos alejamos con ligereza de ardillas, describimos un gran arco por si alguien nos veía, no fiándonos de nadie ni de noche ni de día. - VII - Llegamos sin novedad a nuestra querida Lastra, nos sentíamos seguros cada uno con un arma.
La luna ya se veía las estrellas se anunciaban al Astro Rey esperamos para tranquilos probarlas, saber nuestra puntería y también, dónde alcanzaban.
Satisfechos nos quedamos las pruebas realizadas; ya todo se terminó y aquí no ha pasado nada.
FIN |
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