Historia del noviazgo de Pausilipo Oteo Gómez y María de los Dolores Muñoz Oteo
Corría el año 1.949, es el 8 de septiembre, fiesta de Muñecas. A las cinco de la tarde, las mozas juegan al "corro" en la plaza, en espera de que empiecen a tocar los gaiteros. Me hallo en el umbral de la puerta de mi tío Fermín, que da frente a la plaza donde hoy está la fuente; a mi lado, mi primo Eufemio, (alias Moreno). Estábamos comentando los movimientos de las mozas, cuando mis ojos ven una que me parece la más guapa y mejor plantada de las allí presentes. A bocajarro le pregunto: _ ¿Sabes de dónde es esa chica con el vestido de puntas? _ Es de tu pueblo. _ ¿De mi pueblo y yo no la conozco?. ¿De quién es? _ Del tío Heraclio. _ Con ésa me casaré. Díjelo de la forma más natural del mundo, totalmente convencido, como si una fuerza ajena a mi voluntad me hubiera obligado a pronunciar aquellas pocas palabras; sin darme tiempo a reflexionar los inconvenientes que podrían presentarse en el futuro. No sé qué pensaría mi primo de mi dicho, seguramente lo escuchó como el que oye llover. A la taberna nos fuimos, unímonos a los mozos, bebimos unos vasos de vino y seguidamente como se oían los gaiteros, nos llegamos a la plaza. Los protagonistas de hacer aquella música de aquella época: dos gaiteros y un tamborilero. Uno de los que tocaban la gaita se llamaba Hilario; cuentan que pasó por allí el tío Antoniote, (un tratante de ganado) y le pregunto: _¿Qué tocas ahí, Hilario, que tocas¡ _ "Yo te daré". _ ¡Qué vas a dar tú, qué vas a dar tú, si tuvieras "pa" ti, siquiera! El Hilario tenía razón, porque en aquella época se estilaba mucho la canción que decía:
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